¿Está en crisis el metaverso?

Las recientes noticias sobre problemas tecnológicos y despidos masivos en Meta han hecho saltar las alarmas de los inversores, pero, pese a todas las dificultades, Mark Zuckerberg continúa avanzando en su gran proyecto

Si consigue vencer las dudas generadas, el metaverso puede convertirse en una forma novedosa de comunicación y creación de experiencias, repleta de nuevas posibilidades de relación entre las marcas y los ciudadanos.

En los últimos tiempos, algunas noticias han introducido inesperadas incertidumbres en torno a algunas grandes compañías tecnológicas. Los ejemplos más recientes serían la crisis de reputación que está viviendo Twitter tras el espectacular y más bien estrepitoso aterrizaje de Elon Musk, y también las dudas que han empezado a surgir en relación a la próxima implementación del metaverso.

Inicialmente, el nuevo entorno inmersivo fue anunciado por Meta, el coloso propietario de Facebook, Instagram y WhatsApp, como la siguiente gran revolución de Internet que serviría para crear una suerte de “doble” del mundo tal y como lo conocemos. Las posibilidades de expansión para marcas y profesionales del sector del marketing y la publicidad parecían ilimitadas, ya que permitiría generar un sinfín de experiencias y nuevas posibilidades de comunicación y difusión de mensajes. Sin embargo, según parece, los dubitativos resultados tecnológicos (algunos los califican incluso de decepcionantes) obtenidos hasta ahora empezaron a alarmar a los inversores.

En poco tiempo, se produjo un inesperado desplome en su cotización que introduce ciertos nubarrones en el devenir de una marca que hasta ahora parecía intocable. Tal como anunciaba el diario Cinco Días el pasado 29 de octubre, tras superar hace 16 meses el billón de dólares y ocupar la primera posición en la Bolsa estadounidense, las acciones de Meta cayeron al vigésimo puesto, con un valor total de 263.220 millones de dólares. Esto significa que ha habido pérdidas del 70% en este año, llegando a valores por acción propios de 2016. Además, todo ello ha afectado a la fortuna personal de Mark Zuckerberg, que ha pasado de tener, en septiembre de 2021, un patrimonio neto de 142.000 millones de dólares a los 38.100 millones de octubre de este año.

Sin embargo, los malos resultados de Meta no son solo achacables a las dudas que pueda suscitar el metaverso. En realidad, la compañía afronta una crisis multifactorial que tiene que ver, por un lado, con la percepción de que la fundacional Facebook es hoy una red social ya “antigua”, que en cierto modo pertenece a otra era, y también a la pujanza de un competidor de Instagram como TikTok. La ambiciosa apuesta de Zuckerberg por el metaverso puede llegar a parecer, a los más escépticos, una huida hacia delante de todos estos problemas, que supone asumir importantes riesgos.

Los pronósticos anuncian que Meta seguirá perdiendo dinero en 2023, y de momento ya han empezado los despidos masivos que, según dicen, afectarán hasta al 10% de una plantilla de más de 87.000 trabajadores. En cualquier caso, Zuckerberg parece seguir confiando en su instinto (como también debe hacerlo Musk, pese a sus frecuentes cambios de opinión de los últimos días). Al fin y al cabo, el escepticismo contemporáneo hacia el metaverso no es tan distinto del que en su día generó una propuesta desconocida como Facebook.

Ser o no ser en el metaverso

“¿Y si el metaverso no existe?”, se preguntaba, el pasado 30 de octubre, el periodista Michael Mcloughlin en El Confidencial, en un artículo en cuyo titular definía, de modo llamativo, el coloso tecnológico de Zuckerberg como un nuevo Titanic rumbo hacia el iceberg.

Mientras surgen diversas visiones catastrofistas, algunas empresas y particulares están ya comprando “tierras” virtuales. El metaverso es, para ellos, una especie de nuevo Far West en el que lo más importante es llegar antes que nadie. Por eso, ya se han vendido propiedades por 2.000 millones de dólares y, aunque pueda haber algunas dudas sobre la futura viabilidad, la cifra seguirá aumentando, porque cada vez más marcas son conscientes de qué significa disponer de espacios propios para exhibir sus servicios y productos o para poder dialogar con la futura comunidad.

Zuckerberg ha estimado que deberán pasar entre 5 y 10 años para que las características fundamentales del metaverso se generalicen masivamente. Mientras, será un universo virtual que deberá superar escollos diversos e irá avanzando, paso a paso, solucionando problemas técnicos y mejorando su velocidad, la calidad de los entornos y los avatares mostrados o la interacción con las gafas de realidad virtual y otros dispositivos.

El analista financiero experto en entornos digitales y criptomonedas Dan Ashmore explicaba recientemente, en la revista Coin Journal, que la cuestión clave que definiría la viabilidad de este nuevo escenario no era tanto su reputación coyuntural en los medios de comunicación, sino el número de marcas que estén dispuestas a apostar a ciegas por él, basándose en la creencia de que, sea como sea, terminará convirtiéndose en una realidad ineludible. Cuando el entramado de actores implicados sea considerablemente grande, se irá haciendo cada vez más inminente la llegada del metaverso, pese a quien pese.

Está claro que estamos viviendo un momento fascinante, marcado por una evidente volatilidad, en el que planea la sombra de la antigua “burbuja” de las “punto com”, que en su día terminó redefiniendo el mercado de una forma más realista, y también la sensación de que nos encontramos ante otro cambio de paradigma.

El metaverso, con sus luces y sombras, no es la enésima variación de algo que ya conocíamos, sino la posibilidad de una nueva forma de relación virtual que sustituirá la bidimensionalidad actual por escenarios tridimensionales, mucho más orgánicos, que, a medida que vayan perfeccionándose, irán despejando dudas sobre su funcionamiento.

Probablemente, su evolución no será tan distinta de aquella que nos llevó de las viejas páginas web más bien estáticas de los primeros tiempos a todas las posibilidades interactivas que la Red nos ofrece hoy. De modo análogo, el metaverso puede acabar siendo un escenario ilimitado en el que, como dice la expresión, “quien pega primero, pega dos veces”. Por eso, es importante que marcas y escenarios no se dejen sugestionar por las visiones catastrofistas y continúen preparándose a fondo para embarcar en un nuevo océano virtual que promete superar cualquier frontera conocida.